martes, 23 de noviembre de 2010

Preso entre las redes de un poema


VI

Y si Rosario hubiera estado en la esquina del cuadrilátero, Si Charo te tocara las mejillas, lo poco que se puede tocar por debajo de la careta protectora de box. Si Rosario le tocara el hombro desnudo. Si Charo le hubiera palmeado la espalda, Xavier al levantarse del banquito parecido al de las cien cantinas donde ha tratado de decirle “te Deseo Rosario” hubiera chocado los guantes Cleto Reyes color naranja-metro, determinado a ganar, tal vez no hubiera sido vapuleado o tal vez peor porque estaría pensando en tu boquita roja, roja como la sangre de los labios, que borbotea y espanta a tu entrenador.
Y si el rival del cuadrilátero se apareciera por el pasillo de la oficina, Realmente y te creo Xavier lo hubieras acabado y hasta tendrías piedad como esa pelea de Many Pacquiao contra Antonio Margarito. Tú serías el implacable Pacquiao, Pacman comiéndose por los pasillos de la oficina a todos los rivales boxísticos y no te dolerían los nudillos de tus manos de Poeta. Porque así duelen y mucho más pero es Rosario en el pasillo que te mira como no podrías imaginarlo, no sólo vive en ti, en tus sueños, en tus limpios pensamientos (otro en tu lugar ya le hubiera hecho tres hijos) Te ve, no eres un albondigón, te sonríe con la mirada
¡Aquí estoy!

Xavier llévala al cine quédate calladito, aguanta vara, sobrelleva, nada contracorriente y muérete un poquito de taquicardia de tu corazón ya no cyborg cuando se recueste en tu hombro y busque y sepa la muy cabrona que rendirás tu cabeza, para tiernamente pegar tu cabello, tu cráneo y tus pensamientos más impuros a su lado

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