miércoles, 11 de abril de 2012

MEMORIA DE MIS PUTAS TRISTES


Xavier salió de su casa temprano rumbo a la oficina, era temprano y era día de su cumpleaños..

- Me estoy haciendo viejo. A la mierda todas esas estupideces de la actitud
positiva, y que el espíritu no envejece y esas mamadas..

Alrededor de los ojos grietitas en la piel, caída de cabello, aumento de peso..
Hace mucho ejercicio; creo que esa es la verdadera clave para no estar tan jodido..

La primer persona, ser humano, terrícola que vio al salir a la calle fue una muchacha que venía de encargar su tanque de gas. Ella echó para atrás parte de su melena. En pijama pude ver que sus carnes eran fértiles, dulces y bellas. Debajo de la calientita pijama su piel debía estar a la temperatura perfecta para que entre una mano ajena a temperatura ambiente y sentir que la vida vale la pena.

De regreso a casa la última persona que vio en su cumpleaños fue una linda y coqueta vecinita. 18 años tal vez menos, colegiala eso sí. Ella residente en la época esplendorosa de la vida que a Xavier ya se le fue..

Le dio de comer a los perros (Grandote y Negro), se puso la pijama, encendió la tv y se dispuso a descansar para reponer el cuerpo, recuperarse y no envejecer tan rápido, porque dormir ayuda a mantener la piel en buenas condiciones.

Aceptar, aprender a envejecer… y desear dormir con alguien un año menor que yo (aunque sea). A la juventud sólo se vuelve por contagio; ya lo dijo Sabines


Recordé Memoria de mis putas tristes. Esta será la tercera vez que lo lea.

“Un viejo periodista decide festejar sus noventa años a lo grande, dándose un regalo que le hará sentir que todavía está vivo: una jovencita virgen y con ella –el principio de una nueva vida a una edad en que la mayoría de los mortales están muertos-
En el prostíbulo llega el momento en que ve a la mujer de espaldas, completamente desnuda. Ese acontecimiento cambia su vida radicalmente. Ahora que conoce a esta jovencita se encuentra a punto de morir, pero no por viejo, sino de amor”