lunes, 9 de abril de 2012

ENAMORADA


La patria debería ser el cielo.

La belleza está aquí en la tierra, la inspiración no está en el lucero de la mañana o en la estrella fugaz: está en María. Ahí esta la beldad de la Félix para las futuras generaciones, para los que no conocimos ese mundo donde existía su viva belleza.

“Con esa mujer me voy a casar”
Dice el General villista, después de ser cacheteado por pasarse de listo con Beatriz; la de belleza sutil y carácter de bruja, de generala, de directora corporativa. Hembra más que mujer.

El general no ha estado enamorado y en sus ojos existe un destello de tristeza, de añoranza, esperanza que algún día llegará, una abismal tristeza por no saber que es estar ENAMORADO.


Cuando CAES enamorado. La química del cerebro cambia, los impulsos eléctricos son un carnaval, la sangre es de colores, no más azul: es multicolor y es un espectáculo luminoso. Se cambia de piel, también se transubstancia la sangre en vino, y sin saberlo DE ANTEMANO SE SABE BAILAR LOS RITMOS DE LA SALSA CUBANA. Debajo de la PIEL SE ESTRENA CORAZÒN y la voz propia por fin es creíble, la mirada se agudiza se vuelve de águila, uno se sabe capaz de volar, de ser letal, mortífero y eterno con tan solo unas palabras. María Félix: Belleza de catedral, aire bucólico, ojos en lontananza, esencia a tierra mojada.

“Quiero que me platique de una muchacha, que me digas quien es….”

(Está jodido, està enamorado…)
“Nunca he querido a nadie y hoy que la encontré no la perderé nunca. Me quiero CASAR con ella….Dime ¿Está enamorada?”


Yo. El poeta… 3 veces me he enamorado, hasta de sus sombras, me he enamorado hasta de los lugares por donde han pasado, pero ellas han estado enamoradas de otros.

El general toca el vestido de la novia…¡Vaya consuelo!. Solamente así se acercará a lo IMPOSIBLE…


Retiro mis tropas……”Es más decoroso retirarse a tiempo que pelear, pelear hasta
perder”



Epilogo
Un placer, un cachito de felicidad Ameliè la descubrió al momento de meter una mano en un costal de lentejas. Yo la descubrí en un día soleado de semana Santa encima de mi bicicleta con dos raspados de tamarindo en una bolsita de plástico.