viernes, 11 de marzo de 2011

Belleza



Dedicado a : "S"


(No metì gol... pero te lo cambio por este
cuento)




El Toro anda en busca de belleza, aunque sea sólo una poquita. La necesita, la añora, la desea para vestir su corazón desnudo, para tatuársela en los ojos, para llevarla mezclada en la saliva, para oler un poco de esa belleza descansada en la piel, para redactarla en sus poemas y suspirar. El Toro decidió enamorar a una sirena porque en el mar quedó una vez atrapado en un arrecife, enredado entre algas, estuvo hundido ahí por un mes con su pata fracturada, enloqueció un poco porque la oscuridad le atrajo cientos de recuerdos de otra vida.


La belleza que tuvo el toro era de su expareja, y cuando ella se fue, el toro frustrado no impidió su partida, se hecho en el piso durante días pensando y pensando en la sonrisa de ella, en la mirada y en su cabello, en su cadera y en sus senos. ¡Como quiso evaporarse! Marchitarse bajo los rayos del sol durante sus evocaciones, durante los recuerdos que como fotografías le describían una esquina cualquiera de a ciudad, un parque a oscuras, un hotel con su anuncio luminoso, un hospital o de un restaurante donde la amaba, la acariciaba, la penetraba.

Pero reaccionó cuando su piel emanaba humo y olía a quemado, su piel lacerada, herida y castigada por el sol, como si el sol fuera su amigo y lo hiciera sacudir sus recuerdos y tras los rayos el toro suspiró y corrió para abandonar la tierra y adentrarse en el mar para reconfortar las heridas y refrescar el corazón.

-- ¡Sería un error no cerrar los ojos y no dejarse tocar! ¡Sería lamentable no sonreír!- Dijo el Toro sumergido en el fondo del mar y comenzó la búsqueda de belleza, venciendo el miedo desmedido se adentró en lo más oscuro del mar y dejó que su instinto lo condujera a la belleza. Pasó una semana y no encontró nada, sólo hizo efervescencia el corazón cuando los espejismos lo confundían y le mostraban a su expareja desnuda sentada frente a un espejo cepillándose el cabello, y por querer tocarla quedó enredado entre algas, atrapado en un arrecife y se rompió una pata.




Desde ahí veía hermosuras de diferentes colores y tamaños, seres ajenos a él, seres que no les importaba verlo ni sentirlo sufrir y bramaba de desesperación por no poder salir del fondo del mar. Y ahí la vio leyendo, de inmediato quiso que le leyera los ojos, la Sirena no lo vio y siguió de frente (Es mejor no darse cuenta que existe alguien que negarse a ayudar, o lo que es peor; negarse a conocer) Recuperó fuerza y salió a la playa a secar su corazón, el sol calentó su cuerpo y con eso los residuos de su amor pasado se iban quemando poco a poco.

Esperó volver a ver a la sirena y en una botella de licor de la que se cansó de beber, pues por más que bendiga o maldiga a su ex-amor, ella no va a aparecer de repente ni concederá tres deseos. En la botella metió un escrito para la Sirena y dejó que el mar llevará sus pensamientos. Pues no sirve de nada implorar con bramidos su presencia desde el amanecer.


Como se le rompió una pata al toro no podía sumergirse, ni podía hacer grandes esfuerzos, entonces hizo una balsa y emprendió su viaje, se dejó deslumbrar por el mar, se olvidó de todo lo que dejó atrás, y el movimiento de las olas le recordó la vehemencia y la sensualidad de su pasado amor y no miró atrás, así dejó de ver la playa. Llevó consigo un caracol y creía escuchar las palabras dulces e hirientes de su ex-amante, pero cuanto más se alejaba de la orilla de la playa, más dejaba de escuchar sus palabras.

Noche tras noche el amor del Toro se acrecentaba, la ilusión de tener otra mujer encima de su cuerpo lo alentaba a no desistir, y sucedió que una noche de lluvia escuchó el canto de la Sirena y el deseo lo invadió, pues hace mucho que el Toro no toca la piel de una hembra. Se tiró al mar sin importarle su pata lastimada y nadó entre ballenas y delfines, pero su pata no funcionó y se fue hundiendo, pataleaba de desesperación y quería volver a flote, pues sería terrible regresar a estar anclado en el oscuro fondo donde nadie lo reconocía y nadie sería capaz de ayudarlo. Estaba tan oscuro que no sabía dónde estaba el cielo, el pánico lo paralizó, cerró los ojos y decidió dejar de buscar belleza; mejor morir antes de que la Sirena lo desprecie.




Despertó el Toro y traía vendada su pata, se dio cuenta que estaba recostado al lado de la Sirena. Ella estaba releyendo los escritos que él puso en la botella de licor, El Toro volvió a dormir sabiendo que alguien cuidará su sueño y después de varias noches descansará tranquilo.