jueves, 24 de diciembre de 2009

Doña Kata







De regreso del maratón de Monterrey vi que las flores de mi escritorio estaban marchitas, el agua turbia y maloliente. La respuesta fue inmediata – Doña Kata ya se fue, ya no va a trabajar aquí- Quité el florero, tiré lo que quedaba de las flores. Todos estos días me han hecho falta. Me hacen falta sus colores, sus texturas, su vida, la expansión de los pétalos en el radiante atardecer, el esplendor del color con la radiante y vivísima luz del sol. Días y flores. Un escape fugaz a la belleza en un entorno material, frío, mecánico, cibernético. No recuerdo como empezó a traerme flores Doña Kata. Esos amaneceres llegando a mi escritorio y ver las flores frescas, silvestres, espantadas y fuera de lugar, a medida que pasaba la mañana me tomaban confianza y empezaba el espectáculo de la belleza. ¿Cómo agradecer a Doña Kata? Alegró mis días, les puso color, les dio belleza. Una vez me preguntó si tenía Mamá… yo sonreí…. Me dijo que me veía muy solito, como un huerfanito. (¿Un aire de artista bohemio?).



Extraño las flores. Me hizo recordar la vez que una mujer se enamoró de mí y me llevaba una rosa roja. Esa mujer que no he visto hace muchos años. Ayer me encontré a Doña Kata en el cine, estaba en medio de todos los “invitados”, ahí la vi, la identifiqué con su uniforme azul cielo, su escoba y su recogedor.. Sonreí, me acerqué, la abracé, le dije todo este asunto de las flores.



Ya no me gustan estas fechas desde que no veo más a la que me regalaba rosas rojas, la que alguna vez estuvo enamoradísima de mí. En este momento en la oficina algunos me preguntan y me recriminan porque no fui a tal fiesta de fin de año, a tal brindis. Voy a salir a comprar un obsequio a Doña Kata aprovechando la ola de estos días. No quiero decirle feliz Navidad.. sólo quiero decirle una vez más GRACIAS.



24 Diciembre 2009