martes, 8 de diciembre de 2009

UN SUEÑO




Para: Horacio
Alonso vio un ángel, vio sus alas enormes y eso que las tenía dobladas, el ángel lo miraba queriendo verlo dormir, Alonso sintió conocerlo y se volvió a dormir en su sueño.

Alonso tiene un hermano que hace dieciocho meses no ve, el fango de la cárcel lo ha sumido y devorado sus minutos. Sin juzgar al hermano, Diego no supo que es la libertad, sus colegas de vicio y chafiretes nunca la tomaron como un tema importante en las platicas amenizadas con música de Vicente Fernández, sólo había que comentar ya estando ebrios, de falsos amores y de pretensiones ilusas.

Alonso dice que no sabe soñar pero le gusta. Alonso odiaba de vez en cuando a su hermano, - Pinche borracho ya hizo llorar a Mama - De vez en vez lo amaba, era cuando le tenía miedo a la oscuridad y Diego se quedaba en casa. Alonso no lo relata con el entusiasmo de su mente, él recuerda a su hermano, aquel "caifán", "padrote", "caco", los calificativos chilangos a Diego no le ajustan del todo. Diego usa pantalón de vestir, camisa de seda y cadena al cuello, zapatos boleados, cabellos cortos bien acicalados. Y extrañamente siempre con pesos en los bolsillos, extraño porque Diego no trabaja. Alonso no sabe alzar la voz, no quiere ser como Diego, y si lo hace emula a su hermano, después de recordar madres y escupir injurias, la cara de Diego en sus pupilas está presente.

Alonso preguntó un día, aquel día que sólo vivió para preguntar a los tres años de edad; ¿Porqué soñamos?. Diego no supo contestar, bebió de su cuartito de aguardiente envuelto en una bolsa de estraza, después enrolló en uno de sus dedos una cadenilla, sonrió para salir del interrogatorio. -Pinche carnal eso no se pregunta- Se incorporó y con voz casi grito se despidió de la "Jefa", anunció la retirada.

Alonso no tenía a quien preguntar mas que a Diego, él se veía más libre. El papá siempre trabajando, los hermanos parecían no serlo, su mamá, era una mamá como muchas. Sin pensar en el irreal futuro Alonso creció, ahora es del tamaño de Diego, Alonso no usa los zapatos boleados, usa tenis, desdeña los pantalones de vestir, no le nota sentido a las cadenas de oro ni a las esclavas, prefiere la mezclilla y los aretes, su cabello luce más que el de Diego que siempre lo recorta, Alonso dejó crecer su cabellera oscura. - ¡Y esos pelos de puto! - El hermano, Diego, él era, él destruía, él creaba, él escapaba de los policías que lo iban a buscar a la casa mientras Alonso tenía miedo y sus hermanas lloraban. Diego era magnánimo y verdugo. Alonso era un pendejo que no sabía cambiar las llantas del carro ni tenía las "habilidades de Diego".



Día negro





Cierto día Alonso chocó el carro de Diego, al llegar a casa y contárselo, Diego colérico lo golpeó. -¡Mi carro no lo tocas cabrón!- Desde ese día Alonso no tenía en que creer ni que gustar, mucho menos que gritar.

A Diego lo agarraron, Diego está en el hospital con dos balazos; uno en el tórax y otro en el brazo, cuando lo supo Alonso sólo recordó los saludos sinceros de Diego delante de la puerta. -¡Cómo estás carnal!-.

--¡Estúpidos monos!- Sentenció Alonso, pues no lo dejaban entrar el día de visitas a los penitenciarios -Traes el cabello largo, déjame ver tu credencial, ¡mhh! (Examina minuciosamente) Aquí traes el cabello corto (Gran averiguación ¡Idiota!) Tráeme una identificación donde traigas el cabello largo y te dejo pasar -. ¡Hijo de puta!, gritó en su mente Alonso ya en el autobús de regreso a casa. -Ese vigilante miserable es más preso que los otros presos, ¡Ya está preso sus veinticuatro horas!, Ese miserable se siente bien de tener privilegios; privilegio de salir por los cigarros y refrescos, ¡Culero!, ¡Culero él! ¡Culero el licenciado ladrón!, ¡Culero el sistema! - Le dolió pensarlo pero vertiginosamente y borrándolo de inmediato, exclamó temeroso: ¡Culero mi hermano!.

Y Alonso le cayó la imprecación de la injuria al honorable cuerpo de policía, en el metro lo jodieron por traer una pelota en las manos e ir sonriendo de unas bromas que iba cavilando. -¡Que tranza loco!, no puedes pasar.- -¡Ah, como no!- -No te pongas pesado.- Con furia y rencor, gruñó el policía auxiliar, Alonso le miró el gafete. Miguel Rubio es su nombre, el policía se lo arranco de sus propias ropas, queriendo ocultar su identidad -Mejor desaloja- Alonso miró el tolete, vio en la cabina a otros dos monos que esperaban la señal "antimotines", Alonso mejor se salió. -Hijos de........... otra vez.-

O aquella vez que lo asaltaron cerca de la terminal de autobuses, una patrulla enfrente vio el espectáculo; navajas, cemento en bolsa inhalado por un vago de los que abordaron a Alonso. -presta- Alonso se resistía, porque enfrente estaba la justicia mirando, mirando y mirando. Fue despojado de su chamarra, sus tenis y un poco de sangre de su nariz. -Mejor llégale o te va peor- Amenazaron los tripulantes de la patrulla 00543 y Alonso se fue llorando de impotencia y temor.


Y eso es del diario: Alonso odia la televisión, el medio de comunicación pueril, manipulador y corruptible, aparato inmensamente cómodo, con mujeres de senos enormes y hombres de Samborns. Alonso vive en una colonia popular, así se les decía hace años, ahora nadie les llama por su verdadero nombre: "Colonia de contención": Todos según se conocen y no se hacen daño aunque se quieran quitar los pesos, si entras a otra colonia de contención te aplastan, ahí no vales nada y si no tienes nada, aduéñate de la banca del parque o del bote de la basura o de una banqueta y defiéndela. ¡Estúpidos! ¡Que condición tan miserable! "Lo mejor es alinearse a la burocracia" "Y ser más que los demás", "joder y que no te jodan". La acción, el dinero y el color, hasta el barullo están en Polanco, la Condesa, las Lomas, ¡Hasta al sol no le gusta mi colonia! La intuición fue de Alonso.


Alonso sueña con su novia Cindy, lejos del table dance donde ahora ella trabaja, sueña cosas tontas según dice el mismo. Anoche después de beber cerveza con dos de sus amigos, llegó a casa y se metió a su cuarto, no hace mucho ruido pues para callar al pequeño Cuahutemoc toma tiempo, mueve a su sobrino a la orilla y se deja caer en el colchón , su sobrino lo abraza, un sobrino de un año y meses, Alonso lo quiere y no duda en demostrarlo -Pinche cabezón- Le dice dulcemente e inmediatamente lo besa donde caigan los labios. No supo cuando cerró los ojos ni a que hora llegó a la carretera, el cielo demuestra que está por anochecer. Alonso distingue un circulo de agua dorada y corre hasta alcanzarlo, al suponer que llegaría lo vio en otro lado, y después vio como se volvía mover de sitio, caminó en otra dirección y sin querer lo encontró. Se quita la ropa pues quiere probar el agua de este mini lago, ya dentro siente lo estimulante en quietud pero no quiere sumergirse y no sabe por que, sale a respirar como antes sin el influjo del agua, al intentar entrar de nuevo, otra vez se fue. Alonso busca el agua dorada, camina muy poco y se dirige hacia unos troncos que forman una pequeña barrera, ahí entre una pequeña abertura distingue el brillo dorado del liquido y de inmediato salta por encima de los troncos y piedras amurallados, y se encuentra en la orilla del laguito a Diego, que parece estar esperándolo, medio confundido se haya, se le puede mirar en su rostro. Alonso siente el calor como si estuviese en la costa.


- Carnal.- Saluda Alonso, Diego solamente sonríe.
- ¿No te quieres meter?
- Solo no, me puedo hundir.- Responde Diego.
- Yo sé como salir, ven te ayudo, yo sé que no me ahogo.- Lo dice sin querer decirlo, es decir así le salió.

Diego con miedo entra, mientras Alonso siente en su cuerpo lo refrescante y acariciador del agua, visiblemente hay luz solar y aún así no quiere meter la cabeza, el agua se ve turbia, completamente dorada, no se espanta al no ver sus pies que no tocan tierra, Alonso abraza de costado a Diego. Diego está tranquilo, Alonso es feliz.

-Ya carnal vete a la orilla.- Lo arrastra afuera del pequeño lago. Diego se sienta a la orilla de la carretera, mira a su hermano que en el agua no recuerda nada, es más ni su nombre.
- ¡Alonso, meteme otra vez!
-Pero con cuidado no te me vayas a zafar.

En medio del aparente charco de agua dorada, Alonso sostiene a su hermano. Diego quiere entrar totalmente, nadar sin que el aire le toque el cuerpo. Pensando que Diego cometería alguna locura, accedió a sumergirlo, Alonso lo tomó con ambas manos de sus cabellos, lo sumió. Esperaba un poco y lo regresaba al aire, Alonso no confiaba en el color del agua, él temía a ese color misterioso.

-Ya carnal, es peligroso.- Ordenó Alonso y Diego comprendió. Alonso lo llevó afuera, Diego en la tierra sentado como si no estuviera ahí dijo:
-Te veo al rato.- Y se quedo sentado.

No es un sueño furtivo, Alonso sale del agua y cuando no miró a su hermano se asustó, le distrae la cavilación una pareja de Norteamericanos, con guaraches, short, playera y anteojos negros; los dos rubios y bien parecidos. Regresa a meterse al agua y esta se va sintiendo cada vez mejor y Alonso quiere compartir la sensación que no puede describir. Sale del agua para invitarlos y hacerlos participes de su gozo, tiene que caminar más de lo que supuso pues la pareja se alejó y ellos van subiendo una escalera, Alonso llega al primer escalón, sube la vista, ellos ya no van tan lejos, así que corre para alcanzarlos, y al llegar hasta donde ya no había escalones les contó de lo acariciador del agua, los de piel clara aceptaron ir con Alonso. Él se sorprendió dos veces: la primera es que tenía la luna de frente, ¡Había subido tan alto por los escalones!. Y al mirar hacia abajo se sorprendió aun más, ¡Ahí abajo esta el agua dorada!. Los gringos (Que así los ve Alonso) se lanzaron de un clavado desde el último peldaño y caían tan rápido, para comprobar si es cierto tanta lisonja de Alonso, él mejor baja despacio por la escalera, pues la asombrosa Luna le incómoda la espalda.

Al pisar tierra y ver el agua de cerca, no sólo los gringos flotaban y nadaban, había más gente, parecía cualquier playa o alberca, hay niños, ancianos, hombres y mujeres. Alonso disfrutó verlos por un momento pero de tanta gente ya no se podía distinguir el color dorado, enfadado se quiso ir de ahí, antes de marcharse quiso mirarlos y despreciar sus caras felices, desilusionado pues tanta gente le había arrebatado su breve espacio. ¿Qué pasa? Alonso nota que otras personas ocupan el lugar de los que estaban tan sólo hace unos segundos ¡Ya no están los gringos! Alonso quiso tomarlo como falta de apreciación y al ver fijamente a un joven el cual se sumergió, Alonso esperó verlo de nuevo y con miradas asechantes lo buscó alrededor del agua y no, no salió al aire. Así la gente al meter su cabeza dentro del agua no regresaba al aire. Alonso vio unas luces en el cielo y esas luces se volvían naves espectaculares, no eran platillos o cápsulas voladoras, estas naves son de forma irregular, abstractas, geométricas, eso es, de colores, como juguetes mal hechos y resplandecientes. Hacían malabares en el cielo, vuelos vertiginosos, todo era para intranquilizar, pero Alonso seguía maravillado, en esto llega más gente, multitudes se acercan, vienen como olas, atraídos por el agua dorada, como si fuera milagrosa, como si fuera su destino llegar hasta aquí. Alonso al ver el estanque vacío se apresura a entrar antes de que llegue la multitud, ya dentro una voz lo desconcertó pues no sabe de donde viene, tal vez es el ángel del sueño pasado o quizás venía de alguna nave, esa voz indicaba: ¡No te metas al fondo! ¡no te metas! ¡Nadamás no te hundas! Con esa indicación advirtió a los nuevos visitantes ¡No se metan que no regresan! . Muchos no hacían caso y con clavados y saltos se hundían, el estado de Alonso era de incertidumbre, casi todos trataban la situación como una manda, como si el fin de llegar aquí fuera sumergirse y desaparecer. Una niña se acerca a Alonso y le dice: Quiero ver lo que hay debajo. Ella se adelantó a su deseo, e ingeniando una manera lleva a la practica la idea que se le ocurrió, toma de los tobillos a la niña y la sumerge hasta la cintura, Alonso sosteniéndola cuenta hasta diez y la regresa a la atmósfera, algunos curiosos entre ellos yo, esperábamos respuestas, ¿Que hay abajo? Alonso lo sabe al instante en que los ojos de la niña tocaron el agua, parecía como si él viera y estuviera abajo, y esto es lo que ve a través de los ojos de la pequeña: Peces, peces rojos y blancos, de pez es el cuerpo y la cara de humano, peces chiquitos nadando en agua clara. Alonso descubre algunos rostros; ahí están los gringos, el joven que supuestamente se ahogó y muchas otras gentes más. Toda la visión es nítida y los peces con cara de humano nadaban apaciblemente. La niña reconoció a su madre, los incrédulos o maravillados (tal fue mi caso) quisimos ver y así fue, uno a uno vimos a parientes que se han ido, allí están en forma de pez y en paz. Alonso es sujetado pues no se conforma con ver con los ojos de los que ayuda y cuando se sumergió tampoco vio a Diego y la voz sonó otra vez -Vas a ver a tu hermano pero ahora no.- Alonso salió confiado sin evaluar el significado del mensaje.


El amanecer fue igual a tantos amaneceres. ¡Levántate pinche huevón! ¡Vete a dejar a Lorena al colegio! .......... Alonso con mala cara fue a dejar a la sobrina y ya de regreso, en casa, abrió la puerta y escuchó: ¡Que tranza carnal! ........... Era Diego.