miércoles, 23 de diciembre de 2009

Sin tu latido










Estaba mejor sin la de la fotografía digital. Soñaba, volaba; me la pasaba volando. A veces me sentaba en la playa, no tenía a quien recordar, sólo soñaba, no había besos y besitos, mordiditas al cuello y a los labios que se vieran llegar por el horizonte.





Cuando iba a descansar me asomaba a la terraza sólo echaba un hola y un adiós a la Luna, unas bocanadas de humo y seriamente me cercioraba de que el listón estuviera muy sujeto a la cajita donde yacía mi corazón.




Veía a las mujeres de lejos, veía sus lindos vestidos, su cabello, su forma de andar. Si había suerte podía escuchar sus sonrisas, si por accidente alguna de ellas me miraba fijamente, una o a dos veces o mejor aun cuando pasaba un milagro y me sonreían; inmediatamente volaba a la habitación, abría la cajita, comenzaba a escribir.




Nunca había nada que celebrar, pero me inventaba situaciones, historias donde amaba. Oculto con mi guitarra cantaba aquella canción de Luis Eduardo Aute “Cada vez que me amas es un milagro”




El cine, uno de mis placeres, un refugio, nadie me veía, era una sombra, una silueta o una referencia de lugar ocupado. Las películas donde había romance, besos, deseo y amor impactaban a lo de la cajita, tenía miedo de llamar la atención.




“Ay amor mío que terriblemente absurdo es estar vivo sin el alma de tu cuerpo, sin tu latido”




”Te recordé, desnuda bajo el cielo protector,
tomando té
adormecida sobre tu chador
cuando te amé
en las terrazas del Hafa Café”




Salía decepcionado de la sala y me empezaba a sentir mal cuando salía a la calle, la realidad me abrumaba. ¿Cómo explicarle a lo de la cajita que lo que acababa de ver en la pantalla era ficción? ¡No era real! Esas cosas no le pasaban a cualquiera porque estaba seguro que a alguna vez sucedieron donde no sé. Tal vez en la imaginación de un escritor borracho y solitario.




Yo tuve la culpa, un día me compadecí del que habitaba la cajita y le di sol, le di aire, lo llevé en la mano (con mucho cuidado de que nadie lo viera) Vio una fotografía digital (Ni siquiera era como antes en papel impreso) Me sorprendí… empezó a latir, hubo una reacción y efectos secundarios. Me estaba olvidando de volar; caminaba….. No soñaba más!. Pensaba en la de la fotografía digital. Yo tuve la culpa al dejar al de la cajita libre. Me espanté de las reacciones… me vi al espejo y vi que no era tan monstruoso como imaginaba, empecé a escucharme también; no hablaba como los demás, era tan distinto ¡tenía mi propia voz!




”Pero quiero que me digas, amor,




que no todo fue naufragar




por haber creído que amar




era el verbo más bello…




dímelo…




me va la vida en ello”







Y me sorprendió aún más mi risa…me gustó ese gesto que se hacía en mis mejillas y en mis labios cuando me sentía contento. Por eso no quería saber más de la de la fotografía digital ni del de la cajita. Odio decir “te lo dije” Lo que pasa en las películas de amor no sucede en la realidad. Pero comprobé que si aparece el amor en la pintura. En los oleos, los trazos, los colores de Velazquez, de Goya, de Picasso. Aparece el amor en los poemas de Bukowsky, de Sabines, de Elena Jordana. El amor se manifiesta en las canciones de Aute, de Silvio y de Zuñiga. Esos descubrimientos tranquilizaron a mi corazón.







Mudaré a mi corazón a un cofre porque es un tesoro, lo pondré entre algodones y le daré miel. Realmente no creo que llegue a encontrar a alguien con quien compartir los días, el pan, el vino y la sal.




No voy a enseñarle más fotografías de la de la fotografía digital porque mi corazón la empezó a querer con alevosía.




No le voy a dar ficción.. ¡ya no!.. Le voy a dar arte y el placer de conocer a una mujer de carne y hueso.