miércoles, 10 de octubre de 2012

Retorno / Alí Chumacero

Es común afirmar que ningún poeta se parece a sus versos.





La dicha se basta a sí misma, no necesita de celebraciones. El placer que derivamos de los poemas, aun o sobre todo de los más sombríos, nunca es resultado de su tema sino de su arte verbal.



La poesía no cuenta (para eso está la narrativa), nos hace participar desde dentro de una experiencia ajena, apropiarnos de ella, materializarla por medio de una lectura que es el menos pasivo de los actos.



La poesía de Alí Chumacero, será siempre nueva en cada lectura y para cada persona que tenga el privilegio de acercarse a ella.

J.E.P.



Donde estoy nada queda


y existir es vivir en tu recuerdo,

ver una luz atravesando

el rumor arrancado de un cadáver,

escuchar a pesar del miedo

la palabra de un niño que gemía

y tener en las manos un hálito, un temblor

y un profundo lamento ensombrecido.



Pensar en ti no es pensar

con alguien o con algo

sino hundirme en mí mismo y mi principio,

como llegando a un extremo donde fluyen

una tranquilidad de corazón roído,

una amargura de rencor oscuro,

un retornar al hombre desgarrado,

y recordar que el pensamiento muere

a través de ese tiempo que a ti te pertenece,

sin más impulso que tu desamparo,

como una prolongada enfermedad,

como sonido que flotara en un abismo.

Y todo vive inútilmente:

adonde miro allí me encuentro

en vano espejo de mi soledad,

con simulado rostro de Narciso

o humo que pretende conservarse;

hallo sólo tinieblas

y empiezo a caminar por dentro de mi cuerpo,

y aquí te palpo y me maldigo

porque vuelves a ser, pero en recuerdo.

Vivo ahora contigo y nada turba

la posesión del tiempo en que viviste,

y nada ha de cambiar mi pensamiento

cuando pensar en ti es contemplar

mi propia voz por sueños invadida

y dolerme de haber creído en mí

como en algo que existe fuera de todo tiempo,

de mí mismo nutrido,

seguro de mi voz.

Amarte hoy sería desertar,

huir del odio que por mí acreciento


bajo el latido de mi corazón;

fuera negar la luz que al rumor sobrevive,

o afirmar que la flor

no crecerá jamás en mis entrañas

con un sabor de imagen prolongada

a través de la carne,

sobre el silencio húmedo del túmulo

de esta mi soledad que resucita y me regresa

al desierto en que siempre había creído.