Mi único talento está en poner apodos, y eso tampoco me hace popular.
Si otros consiguen ser intrépidos y oportunos y simpáticos, yo soy lo mero opuesto de esas cosas, y lo sé porque todos los días a la hora del recreo, camino a solas por el patio con un sándwich, un vaso o una bolsa de papas en la mano.
Al principio trataba de jugar con los otros, pero uno acepta cierto número de rechazos, hasta que se convierte en un solitario arrogante, de modo que parezca que se alejó primero. ¿Quién querría ser amigo de quien no tiene amigos?
Según la Miss, voy a ser escritor. Yo le digo que no, que cómo cree, porque los escritores se mueren de hambre.
Soy demasiado inquieto, tengo mal genio y prefiero andar solo en los recreos.
A veces sólo uno sabe jugar con uno.
Es cierto que me enojo casi a diario, y que a medio salón le encanta molestarme…
“Habla mucho”, “Platica en el salón de clases”, “Constante indisciplina”, “Se distrae demasiado”
… y recuerdo que estoy enamorado a solas.
… y además uno escribe justo para pelear contra lo insoportable.
(Feliz cumpleaños a la que le regalé el libro hoy en la mañana)
