viernes, 22 de junio de 2012

El Poeta y Rosario

 






Histérico…Muerto de soledad.

Muerto de miedo, desesperación, encierro, deshidratado.

Fumando en la oscuridad sobrenatural del departamento.





Exponer el cerebro al Cielo, bajo el; el corazón y vi ángeles tambaleándose en las azoteas de los apartamentos contiguos apenas iluminados.



Di vueltas y vueltas en la medianoche preguntándome adónde ir, y fui, sin dejar el corazón roto. Servirá para escribir algo..



Estudié a Poe. Deseé compartir su absenta, su hachís. Pasar con él el frio de Baltimore.



Solo por las calles de Real de 14 busque ángeles indios visionarios que me transformaran en ángel indio visionario.



Pensé que sólo estaba loco cuando El Distrito Federal destellaba en éxtasis sobrenatural.



Haraganear hambriento y solo por Los Mochis buscando jazz, o sexo, o sopa, y siguió la idea de conversar con Rosario sobre Tenochtitlan y la eternidad, una tarea sin esperanza, y tomar un tren a Chihuahua juntos.



Desaparecieron el Poeta y Rosario entre los volcanes de México dejando tras suyo nada excepto la sombra del estiércol y la lava y la ceniza de la poesía quemada en el norte y en el desierto del País.



Mientras las sirenas, los búfalos y el mar ya no deprimían, y se deprimía Wall Street, el Capitolio, el Angel de la independencia. Se deprimía San Salvador y el ferry de Staten Islan también se deprimía.





Copularon extáticos e insaciables con una botella de cerveza, un paquete de cigarrillos, una vela y se cayeron de la cama, y continuaron en el suelo y por los pasillos y terminaron desmayándose en la pared.



Con una visión del último coito, llegaron a eludir el último atisbo de conciencia. Provocado por la gracia. La noche sonríe, todo es un sueño, todo mentira



(Ruperto Pantaleón Sebastián)



Basado en el poema de Allen Ginsberg; “Aullido”;




  .