miércoles, 15 de febrero de 2012

ANTES DE QUE NOS OLVIDEN




Xavier disfruta correr en el bosque de Chapultepec entre la 1 y las 3 de la tarde.



Medio vivo. Aunque la vida apeste y no pase de ser perico-perro. Sale a correr a manera que ese ejercicio resulte terapéutico. En esa sesión de terapia-entrenamiento. Llena sus pulmones de desilusión. Se confiesa así mismo como si fuera Sigmund Freud, autoanálisis dicen los que saben de neuronas y deficiencias químicas en el cerebelo. Terapia que la mayor parte de las veces es condescendiente y se hace de la vista gorda. Si, la mayor parte de la sesión me justifico. Pero total; Freud era peor que yo. Al menos yo no me meto estimulantes, más bien me tomó todo lo que deprima el sistema nervioso. Tenemos mucho en común Segismundo (como lo tropicalizaron al castellano) y yo. El subconsciente es la tierra de los sueños, un lugar inaccesible para todos, hábitat de monstruos, placeres y todo aquello reprimido de tan lindo que nunca se platicaría ni al mejor enemigo. En ese subconsciente de pronto invité a una muertita.
Una hora antes revisando unos catálogos que me enseñaba Chaparrito Loco, salió de entre archiveros metálicos, estructuras industriales y racks para almacenamiento masivo: ELENA.


¿Quién es esa Chaparrito Loco?



Trabajaba con nosotros, murió de una gripa (no la H1N1) una real, no de mentiritas.
¡Que linda flaquita! Y me quedé viendo la foto. Tendría unos diecinueve o veinte años a lo mucho. Elena simpática y linda. Aunque la foto no dice eso, pero esas virtudes se notaban como un color.
Alguien en su vida ¿Le habrá escrito un poema? ¿Habrá salido a dar un paseo en bicicleta por avenida Reforma? ¿Habrá ido a un café de chinos?



Es invierno en el bosque de Chapultepec, es un mediodía sin sol, de una luminosidad no cotidiana. Xavier corría y notó que no estaba la pareja sobre el pasto. La pareja que está diariamente, que nunca es la misma que siempre será diferente. La escena es la misma, cuerpos consintiéndose, tocándose, novios se dicen ser. Pensé en Elena y me gustaría dejar de correr. Para estar en bufanda, en abrigo, en mezclilla, en guantes de estambre. Me gustaría no estar sudando el desamor. No estar escuchando por los audífonos a los Caifanes. Me gustaría escuchar a Elena. ¿Cómo es la otra vida? ¿Cómo se siente el desprendimiento del alma? ¿En esa otra dimensión, que haces?
Me gustaría verla, saciarme de admirar su belleza en look invernal, con todo y gorrito coqueto. Estar con ella sobre ese pasto de Chapultepec de la parte vieja del bosque cerca de La hormiga.
Freud. Esta soledad me está volviendo loco.