Echémosle la culpa al hombre del bar…
Va para arriba de la camioneta una cama donde ya no hay memoria de ti. Una cama nueva; sin tu humedad, tu esencia, tu paso, tus sueños estampados.
Esta vez ya no seguirá conmigo ese viejo colchón con una persistente mancha roja que al llegar a encontrarla y verla me producía ternura y de inmediato te extrañaba. Ya no existe tampoco en mi vida esa vieja cama que rechinaba y ya no soportaba, sobretodo no soportaba tu ausencia y tu recuerdo.
Ya en la nueva “casa” escogí un libro pequeño para un recorrido de un día.. Posdata de Octavio Paz. Entre sus hojas encontré un viejo boleto de cine, del año 2003, cuando existías. Una película que vimos juntos, cuando el cine y la vida misma era a colores. Ahora son días tristes, no hay día en que no te recuerde.
Y estoy de vuelta cambiando de lugar, girando, orbitando…. Dejando cosas atrás, deshaciéndome de cosas. Alejándome o acercándome…no lo sé. Es resignarse a vivir de esta manera como pez fuera del agua, como un naufrago, como errante, un paria, un desterrado…un proscrito soy.
Algo perdí, o algo me perdió. Es un vacío, un terrible hueco, un hoyo negro cósmico, una herida aun abierta, una maldición.
Que como un cometa regreses a mí, cumpliendo tu viaje en trayectoria elíptica, regreses a mí, diferente quizás, con esa fuerza universal, con esa vida, con ese destino.
Por lo mientras volé y vi el mundo desde arriba; el mundo se abrió, la pintura, la literatura, la poesía, el teatro, la música…Te extraño, pero no estoy solo.